jueves, 26 de diciembre de 2024

 

EL PAPEL DE SANTO DOMINGO EN  LA HISTORIA LINGÜÍSTICA DE AMÉRICA


Según Cuervo mencionado por Don Pedro Henríquez Ureña en El Español en Santo Domingo, “puede decirse que la Española fue en América el campo de aclimatación donde empezó la lengua castellana a acomodarse a las nuevas necesidades. Como en esta la isla ordinariamente hacía escala y se formaban o reforzaban las expediciones sucesivas, iban estas llevando a cada parte el caudal lingüístico acopiado, que después seguían aumentando o acomodando en los nuevos países conquistados. Allí se llamó estancia a la granja o cortijo, y estanciero al que en ella hacía trabajar a los indios (voz que luego ha pasado a significar el que tiene o guarda una estancia), allí quebrada se hizo sinónimo de arroyo; se generalizó el sentido de ramada; y se aplicó a los puches o gachas que de maíz hacían los indios el nombre de mazamorra con que la gente de mar llamaba el potaje hecho de pedazos de bizcocho hervidos en agua; allí empezó a decirse que los indios o los animales se alzaban y hablarse de culebras o de tigres cebados. Dióse a varias plantas y frutas indígenas el nombre de otras españolas en fuerza de alguna semejanza cierta o imaginaria, como al níspero, al plátano, a la ciruela, el manzanillo; y también se aprendió el nombre indígena de muchas cosas, que ha venido a ser el nombre común castellano. Muchos términos y formas que entonces eran corrientes en España y después han caído en olvido, de ahí se extendieron a otras partes, y gracias al aislamiento, subsisten hoy, ora bien recibidos, ora un poco o harto desacreditados: por ejemplo abarrajar, aciprés, barial, brazada, desboronar, desmamparar, liudar, troja, trompezar…”

 


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