lunes, 30 de diciembre de 2024

INFLUENCIA DE LOS CONVENTOS EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE EN AMÉRICA HISPÁNICA

 

Según Pedro Henríquez Ureña, los conventos tuvieron grandes importancia en la cultura de la enseñanza y el aprendizaje en américa hispánica. Los de las tres Ordenes tenían en la capital admirables templos, de naves ojivales (dicho de un estilo arquitectónico: que dominó en Europa durante los tres últimos siglos de la Edad Media, y cuyo fundamento estaba en el empleo de la ojiva para toda clase de arcos), con portada Renacimiento. Gran dolor es que se haya arruinado el de San Francisco, cuyos formidables muros duplicaban su altura con la de la eminencia donde se asienta. Y lástima, también, que todos los claustros se hayan arruinados. El de los dominicos, el Imperial Convento de los Predicadores, eran “suntuosos y muy grande, de cuarenta moradores ordinarios”, según noticias que habían llegado hasta el primer cronista oficial de Indias, Juan López de Velasco, hacia 1571; el de San Francisco tenía entonces “hasta treinta frailes”, los de monjas, Santa Catalina de Sena, de franciscanas, tenía “ciento ochenta monjas, poco más o menos”, según el Oidor Echagoyan, hasta 1568. En el de dominicas estuvo profesa Doña Leonor de Ovando, nuestra poetisa del siglo XVI. Después hubo monjas junto a la Ermita del Carmen, no sé de qué orden.

La Orden de la Merced, cuenta entre sus primeros representantes en Santo Domingo, de 1514 a 1518, a Fray Bartolomé de Olmedo, que sería después héroe de la conquista espiritual de Méjico. “El P. Bartolomé –dice el mejicano Fray Cristóbal de Aldana- se dedicó desde luego (en Santo Domingo) al consuelo de los indios y a su instrucción; defendiéndolos de las vejaciones de los españoles. Los asistía en sus enfermedades y los socorría en sus miserias. Instruía a los niños para ganar a los padres; movía y convencía a los cristianos para que edificasen a los idólatras…”

A principios del siglo XVII, se 1616 a 1618, intervino en la reforma del Convento de la Merced (y allí definidor) no menor maestro que Tirso de Molina, el Presentado Fray Gabriel Téllez, en compañía del vicario Fray Juan Gómez, catedrático del colegio mercedario de Alcalá de Henares, Fray Diego de Soria, Fray Hernando de Canales, Fran Juan López y Fran Juan Gutiérrez. Tirso declara que a partir de ellos – solo Canales y Sorias se quedaron–dejaron organizada la enseñanza de su convento con catedráticos nacidos en la isla, que desde entonces producía grandes talentos, aunque atacados de negligencia: “el clima influye ingenios capacísimos, puesto que perezosos”(poco antes, en 1611, decía el arzobispo Rodríguez Xuárez en carta el rey: “esta tierra influye flojedad y aplicarse la gente poco al estudio”; naturalmente, no eran el clima ni la tierra, sino la despoblación y la pobreza, las causas del desamor al esfuerzo intelectual)”.

Glorioso entre nuestros conventos fue el Imperial de la Orden de Santo Domingo. No solo porque sirvió de asiento a la Universidad de Santo Tomás de Aquino (hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo). Sobre su pórtico se yerguen gigantescas las apostólicas figuras de Fray Pedro de Córdoba, Fray Antonio de Montesinos y Fray Bernardo de Santo Domingo, iniciadores de la formidable cruzada que en América emprende el espíritu de caridad para debelar la rapaz violencia de la voluntad de poder, una de las grandes controversias del mundo moderno, cuya esencia es la libertad del hombre”.

sábado, 28 de diciembre de 2024

HISTORIA DE LAS UNIVERSIDADES EN LA ESPAÑOLA

 

Según Don Pedro Henríquez Ureña en “El Español en Santo Domingo”,  “los primeros maestros en la isla, fueron los frailes de la Orden de San Francisco, poco después de 1502; en su convento de la ciudad capital, que comenzó dando enseñanza rudimentaria a los niños, se llegó hasta la enseñanza superior: todavía en el siglo XVIII, el arzobispo Alvarez de Abréu informa que allí “se lee (i, e., se enseña) filosofía y teología”.

A los Franciscanos les siguieron los frailes de la Orden de Santo Domingo, quizá desde 1510. Después, los frailes de la Orden de la Merced. Antes de 1530. Además, organizó una escuela pública el insigne obispo Ramírez de Fuenleal.

Los dominicos tuvieron desde temprano alumnos seglares, junto a los aspirantes al estado religioso, y procuraron elevar su colegio a la categoría universitaria: la bula In apostolatus culmine, de Paulo III, con fecha 26 de octubre de 1538, instituye la Universidad, con los privilegios de las de Alcalá de Henares y Salamanca. Se le dio el nombre de Santo Tomás de Aquino, cuyas doctrinas eran allí el fundamento dela enseñanza filosófica y teológica.

Pero el colegio de los dominicos no fue el único que aspiró a la categoría universitaria: desde el siglo XVI la pidió y la obtuvo también (1540) el Estudio, célebre en la ciudad, que fue dotado el medinense Hernando de Gorjón. El estudio tuvo como base la escuela pública fundada por el obispo Ramírez de Fuenleal, y en él ocuparon cátedra escritores dominicanos: el P. Diego Ramírez, Cristóbal de Llerena, Francisco Tostados de la Peña, Diego de Alvarado, Luis Jerónimo de Alcocer. Desde 1583, se le llamó oficialmente Universidad de Santiago de la Paz”.

 


jueves, 26 de diciembre de 2024

 

EL PAPEL DE SANTO DOMINGO EN  LA HISTORIA LINGÜÍSTICA DE AMÉRICA


Según Cuervo mencionado por Don Pedro Henríquez Ureña en El Español en Santo Domingo, “puede decirse que la Española fue en América el campo de aclimatación donde empezó la lengua castellana a acomodarse a las nuevas necesidades. Como en esta la isla ordinariamente hacía escala y se formaban o reforzaban las expediciones sucesivas, iban estas llevando a cada parte el caudal lingüístico acopiado, que después seguían aumentando o acomodando en los nuevos países conquistados. Allí se llamó estancia a la granja o cortijo, y estanciero al que en ella hacía trabajar a los indios (voz que luego ha pasado a significar el que tiene o guarda una estancia), allí quebrada se hizo sinónimo de arroyo; se generalizó el sentido de ramada; y se aplicó a los puches o gachas que de maíz hacían los indios el nombre de mazamorra con que la gente de mar llamaba el potaje hecho de pedazos de bizcocho hervidos en agua; allí empezó a decirse que los indios o los animales se alzaban y hablarse de culebras o de tigres cebados. Dióse a varias plantas y frutas indígenas el nombre de otras españolas en fuerza de alguna semejanza cierta o imaginaria, como al níspero, al plátano, a la ciruela, el manzanillo; y también se aprendió el nombre indígena de muchas cosas, que ha venido a ser el nombre común castellano. Muchos términos y formas que entonces eran corrientes en España y después han caído en olvido, de ahí se extendieron a otras partes, y gracias al aislamiento, subsisten hoy, ora bien recibidos, ora un poco o harto desacreditados: por ejemplo abarrajar, aciprés, barial, brazada, desboronar, desmamparar, liudar, troja, trompezar…”