Comprensión Lectora No. 1
Prof. Santiago Terrero
Nombre:
____________________________ Curso:
______No._____ Fecha: ________
Lee
el siguiente texto y contesta las preguntas
que se te piden más abajo:
Engracia y Antoñita
Después
de todas las gratas impresiones recibidas al volver a él, ¡cuán hondamente
hirió mi alma la experimentada al buscar primero solo y en el silencio, y luego
de no verlas, ni hallarlas en sus casas, preguntar por las dos amigas más
estimadas que yo tenía en el pueblo!
Bellas
y hermosas ambas como las flores que, al relucir del alba, despiertan adornadas
de rocío. Era Engracia de diez y ocho años de edad en aquel entonces, y
Antoñita apenas contaba con diez y siete…
Buena,
sencilla, pura de intenciones, hacendosa, bella, retozando en el jardín de sus
mejillas el sonrosado pudor; con sus ojos verdes como las yerbitas que nacen a
la orilla del arroyuelo de Peravia, o como las esperanzas que sonreían a su
alma; con sus facciones finas y agraciadas; con sus lindísimas manos, no obstante
el trabajo cotidiano a que se encontraban acostumbradas; con sus graciosos
labios rojos, decidores elocuentes de la modestia de su ser, se mantenía
candorosa y llena de juventud Engracia.
II
Antoñita,
huérfana de padre como Engracia, vivía también feliz al lado de su madre y sus
hermanos. Desde muy niña dio a conocer Antoñita la precocidad de su
inteligencia. Era sensible como gota de rocío, extremosa en sus amistades, y
apasionada hasta lo sumo de las cosas que se acomodaban a sus gustos. Tenía en
ciertos y determinados casos una firmeza de voluntad bastante notable como eran
notables también sus debilidades. ¡Extraño sentir de ese corazón!
Qué
dualidad de carácter. Débil como los mimbres que se inclinan al más ligero
soplo de la brisa, nunca podía negarse al halago, a la complacencia; tímida en
causar el disgusto de los demás, siempre estuvo pronta a ceder aunque fuera en
contra de su propio interés; blanda como la cera en sus impresiones, dejaba
esculpir en su corazón las penas y las tribulaciones ajenas, y con ellas se
mortificaba acariciando el dolor; hasta de aquellos que la habían hecho sentir
dolores. Aún a costa de su propio gusto cuántas veces se sacrificó en aras de
la amiga, o al ruego de la hermana o de la madre. Era como las rosas, que de balde
y sin sospecha alguna dan sus aromas aun a aquellos que vienen a deshojarlas.
Pero cuando se encontraba en cualquier asunto, en cualquier caso, que ella
consideraba de delicadeza, o que lo creyese grave al cargo de su limpia
conciencia, entonces parecía como que su alma estaba iluminada, y fuerte como
el bronce y dura como el mármol, no había poder que la doblegara.
Antoñita
no era de esas bellezas encantadoras que seducen a primera vista; pero su
trato, en su conversación viva y siempre
acompañada de esa acción que da brío a las palabras y que insinúa mas las
ideas, revelaba que era una mujer espiritual y capaz de sentir y comprender las
cosas dignas de las almas levantadas.
Por eso Antoñita se conquistaba el agrado de cuantas
la trataban.
Aquella cabeza erguida y poblada de cabellos negros
que tan a menudo usaba en dos largas trenzas tendidas a la espalda, aquella
frente despejada donde cualquiera podía leer las impresiones de su corazón;
aquellos ojos tan expresivos, con su mirada inteligente a la vez que tierna; el
suave perfil de su pequeña nariz, y más que todo, su anidar que no economizaba
aquellas risas sinceras, donde parecían anidar la franqueza y la complacencia,
daban a Antoñita ese no sé qué que
inspira la simpatía.
Antoñita por otra parte, con algunas diferencias en
el gusto y algunas violencias de carácter, estaba adornada de las mismas
virtudes que embellecían a Engracia.
En su casa, desde niña la mimaron mucho y todo se lo
consentían, tal vez a causa de ser la hermana menor. Acostumbrada a esa
prodigalidad de cariño, ella quería, y con razón, ser la más distinguida en el
cariño de sus parientes y amigas.
Engracia no era tan exigente, ni mucho menos tenía
el orgullo que en ciertos casos aparentaba tener aquella, pero la verdad es que
amaba sin ostentación y con extremos a las personas de sus afectos, y sobre
ellas sentía una especie de debilidad por Antoñita.
Francisco
Gregorio Billini
(fragmento)
Análisis del contenido
1)
Explica
a) ¿Cómo era la casa donde vivía Engracia?
b) ¿Quién era Engracia? ¿Cómo eran los rasgos más
destacados de su carácter?
c) ¿Quién era Antoñita? ¿Cuál es el rasgo más destacado
de su carácter?
d) ¿Cuáles rasgos físicos las diferenciaban?
2)
En
la descripción de Engracia y de Antoñita se pueden distinguir los siguientes
apartados:
a) Rasgos físicos (en azul)
b) Rasgos de carácter (en rojo)
Subraya en el texto esos apartados indicando en cada
caso las palabras iniciales y las finales.
3)
Situación
comunicativa
Francisco Gregorio Billini realiza en este fragmento
de Engracia y Antoñita un retrato de las protagonistas de la novela. Explica,
cuáles virtudes adornaban el carácter de las jóvenes banilejas.
a) Explica también si el texto refleja las costumbres
banilejas de época.
4)
Análisis
de la organización
Ordena del 1 al 5 los siguientes elementos tal como
aparecen en el texto.
Descripción de
la casa de Engracia.
Descripción de Antoñita.
Regreso del amigo de Engracia y
Antoñita.
Presentación de la dos amigas.
Descripción de Engracia.
5)
Análisis
de la expresión
Subraya los sintagmas nominales que
encuentres en el siguiente recuadro.
Tenía en ciertos y determinados casos una firmeza
de voluntad bastante notables también sus debilidades. ¡Extraño sentir de ese
corazón!
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6)
Vocabulario
Busca en el diccionario la diferencia que existe
entre las siguientes parejas de palabras, luego, escribe una oración con cada
una de ellas.
a) marginal /
marginado
b)
pobre /
humilde
c)
arribista / trepador
d)
trabajador
/ empleado
e) presumido / pretencioso
quien era engracia
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