miércoles, 20 de febrero de 2019

Comprensión Lectora No. 1


Comprensión Lectora No. 1
Prof. Santiago Terrero

Nombre: ____________________________  Curso: ______No._____ Fecha: ________

Lee el siguiente texto y contesta las preguntas  que se te piden más abajo:

Engracia y Antoñita
Después de todas las gratas impresiones recibidas al volver a él, ¡cuán hondamente hirió mi alma la experimentada al buscar primero solo y en el silencio, y luego de no verlas, ni hallarlas en sus casas, preguntar por las dos amigas más estimadas que yo tenía en el pueblo!
Bellas y hermosas ambas como las flores que, al relucir del alba, despiertan adornadas de rocío. Era Engracia de diez y ocho años de edad en aquel entonces, y Antoñita apenas contaba con diez y siete…
Buena, sencilla, pura de intenciones, hacendosa, bella, retozando en el jardín de sus mejillas el sonrosado pudor; con sus ojos verdes como las yerbitas que nacen a la orilla del arroyuelo de Peravia, o como las esperanzas que sonreían a su alma; con sus facciones finas y agraciadas; con sus lindísimas manos, no obstante el trabajo cotidiano a que se encontraban acostumbradas; con sus graciosos labios rojos, decidores elocuentes de la modestia de su ser, se mantenía candorosa y llena de juventud Engracia.

II
Antoñita, huérfana de padre como Engracia, vivía también feliz al lado de su madre y sus hermanos. Desde muy niña dio a conocer Antoñita la precocidad de su inteligencia. Era sensible como gota de rocío, extremosa en sus amistades, y apasionada hasta lo sumo de las cosas que se acomodaban a sus gustos. Tenía en ciertos y determinados casos una firmeza de voluntad bastante notable como eran notables también sus debilidades. ¡Extraño sentir de ese corazón!

Qué dualidad de carácter. Débil como los mimbres que se inclinan al más ligero soplo de la brisa, nunca podía negarse al halago, a la complacencia; tímida en causar el disgusto de los demás, siempre estuvo pronta a ceder aunque fuera en contra de su propio interés; blanda como la cera en sus impresiones, dejaba esculpir en su corazón las penas y las tribulaciones ajenas, y con ellas se mortificaba acariciando el dolor; hasta de aquellos que la habían hecho sentir dolores. Aún a costa de su propio gusto cuántas veces se sacrificó en aras de la amiga, o al ruego de la hermana o de la madre. Era como las rosas, que de balde y sin sospecha alguna dan sus aromas aun a aquellos que vienen a deshojarlas. Pero cuando se encontraba en cualquier asunto, en cualquier caso, que ella consideraba de delicadeza, o que lo creyese grave al cargo de su limpia conciencia, entonces parecía como que su alma estaba iluminada, y fuerte como el bronce y dura como el mármol, no había poder que la doblegara.

Antoñita no era de esas bellezas encantadoras que seducen a primera vista; pero su trato, en su conversación  viva y siempre acompañada de esa acción que da brío a las palabras y que insinúa mas las ideas, revelaba que era una mujer espiritual y capaz de sentir y comprender las cosas dignas de las almas levantadas.
Por eso Antoñita se conquistaba el agrado de cuantas la trataban.

Aquella cabeza erguida y poblada de cabellos negros que tan a menudo usaba en dos largas trenzas tendidas a la espalda, aquella frente despejada donde cualquiera podía leer las impresiones de su corazón; aquellos ojos tan expresivos, con su mirada inteligente a la vez que tierna; el suave perfil de su pequeña nariz, y más que todo, su anidar que no economizaba aquellas risas sinceras, donde parecían anidar la franqueza y la complacencia, daban  a Antoñita ese no sé qué que inspira la simpatía.

Antoñita por otra parte, con algunas diferencias en el gusto y algunas violencias de carácter, estaba adornada de las mismas virtudes que embellecían a Engracia.

En su casa, desde niña la mimaron mucho y todo se lo consentían, tal vez a causa de ser la hermana menor. Acostumbrada a esa prodigalidad de cariño, ella quería, y con razón, ser la más distinguida en el cariño de sus parientes y amigas.

Engracia no era tan exigente, ni mucho menos tenía el orgullo que en ciertos casos aparentaba tener aquella, pero la verdad es que amaba sin ostentación y con extremos a las personas de sus afectos, y sobre ellas sentía una especie de debilidad por Antoñita.


Francisco Gregorio Billini
                                                                                           (fragmento)

Análisis del contenido

1)      Explica


a)      ¿Cómo era la casa donde vivía Engracia?

b)      ¿Quién era Engracia? ¿Cómo eran los rasgos más destacados de su carácter?

c)      ¿Quién era Antoñita? ¿Cuál es el rasgo más destacado de su carácter?

d)     ¿Cuáles rasgos físicos las diferenciaban?



2)      En la descripción de Engracia y de Antoñita se pueden distinguir los siguientes apartados:


a)      Rasgos físicos (en azul)
b)      Rasgos de carácter (en rojo)

Subraya en el texto esos apartados indicando en cada caso las palabras iniciales y las finales.


3)      Situación comunicativa


Francisco Gregorio Billini realiza en este fragmento de Engracia y Antoñita un retrato de las protagonistas de la novela. Explica, cuáles virtudes adornaban el carácter de las jóvenes banilejas.





a)      Explica también si el texto refleja las costumbres banilejas de época.







4)      Análisis de la organización


Ordena del 1 al 5 los siguientes elementos tal como aparecen en el texto.

        Descripción de la casa de Engracia.

         Descripción de Antoñita.

         Regreso del amigo de Engracia y Antoñita.

         Presentación de la dos amigas.

         Descripción de Engracia.    

5)      Análisis de la expresión
Subraya los sintagmas nominales que encuentres en el siguiente recuadro.
Tenía en ciertos y determinados casos una firmeza de voluntad bastante notables también sus debilidades. ¡Extraño sentir de ese corazón!


6)      Vocabulario 
Busca en el diccionario la diferencia que existe entre las siguientes parejas de palabras, luego, escribe una oración con cada una de ellas.

a)      marginal  / marginado
b)      pobre / humilde
c)      arribista  / trepador
d)     trabajador / empleado
e)      presumido / pretencioso

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